En Asturias, en mitad de una excursión con bastón en mano, mochila en la espalda y aire fresco en los pulmones, divisé una montaña que tenía una línea sin árboles: un corta-fuegos. Pensé, queda feo y anti natural, pero esto hace que ante un incendio puedan salvarse hectáreas y hectáreas de naturaleza y de muchas vidas humanas y animales. Que bien pensado, concluí. Entonces me acordé de algo que había observado que practica mi pareja: cuando una situación le genera mucha tensión o se queda demasiado tiempo pensando en algo que ha ocurrido y le molesta, lo corta de raíz y pasa a lo siguiente. “Ella ha desarrollado un corta-fuegos mental”, concluí.
Este verano ha sido de visita a espacios verdes por Francia y por Asturias. Al volver de Francia en avión para Madrid, ya sobrevolando el aeropuerto de barajas, me quedé sorprendido al ver el panorama geográfico: un desierto de dimensiones saharianas. Enorme contraste recordando el viaje a Francia rodeado de espacios verdes. Luego, en el viaje en coche desde Sevilla a Asturias pude observar lo mismo. Campos y campos amarillos, secos y ningún animal en kilómetros. Al ver una señalización de “advertencia: posibilidad de animales en la calzada” , en mitad de una estepa amarilla gigantesca, no supe si reír o llorar.
Mientras conducía, de repente me di cuenta que mis estados de ánimo antes eran más o menos como la España actual: más zonas desérticas que con bosques. Las zonas desérticas se describirían así en mi vida: me pasaba el día medio enfadado, con mucha agresividad, reactivo ante todo lo que pasaba a mi alrededor, molesto por no estar de acuerdo con cosas relacionadas conmigo… o que no estaban relacionadas conmigo, no estaba especialmente motivado y me encontraba vacío. Así me pasaba la mayor parte del tiempo de mi día a día. Afortunadamente en mi vida también había algún bosque: tenía algunos momentos en los que me sentía más tranquilo, podía escuchar posturas distintas y permanecer receptivo, disfrutaba de pequeños momentos de serenidad y claridad mental así como de saber que quería en mi vida. Eran pocos estos momentos pero eran como oasis en mitad del desierto.
El panorama de mi vida era como la España de hoy: mucho más porcentaje de desierto que de espacios naturales
Años más tarde, cuando empecé a estudiar el funcionamiento del ser humano, empecé a darme cuenta que ante un cabreo gordo con algunas situaciones (habitualmente las que más me importaban), me podía pasar días enfadado y pensando en círculos: no salía de los mismos pensamiento y los repetía una y otra vez. Y cada vez estaba más molesto con la situación sin encontrar solución alguna. Lo peor de todo es que mientras duraba ese enfado, a veces era en forma de preocupación, todas las vivencias relacionadas o no con lo que había provocado el enfado se veían afectadas. Si daba un paseo disfrutaba menos del entorno, si me llamaban por teléfono yo estaba más áspero y distante. Mi enfado afectaba a todo aunque no tuviese nada que ver. Y yo me encontraba en mitad de un desierto infinito.
Afortunadamente se me presentó delante otra alternativa de alguien que sí había desarrollado una manera más sabia de funcionar: mi pareja. Un día hablando de lo que me ocurría con mis enfados me dijo: “yo paro ese proceso mucho antes. Puede que a veces siga sin conocer la solución, pero me di cuenta que seguir enfadada durante días, tampoco solucionaba nada y me estropeaba el resto de mi vida. Simplemente me pongo a hacer otra cosa que me gusta y motiva y le dedico toda mi atención a ello”. Empecé a tener curiosidad por lo que me contaba. Continuó explicándome “Incluso a veces, en mitad de esa nueva actividad, se me ocurre una solución espontáneamente, sin estar pensando en ello”. Pensé que esto era como lo de la manzana de Newton, que después de estar inmerso en sus investigaciones sin llegar a concluir nada, se sentó a descansar debajo de un manzano y ahí encontró lo que buscaba.
Así que me puse manos a la obra. En mi siguiente enfado, cuando llevaba un rato pensando en lo mismo y tenía pinta de continuar así como dos o tres días, me di cuenta que estaba repitiendo los mismos pensamientos y me dije: “ BASTA YA!. Pasa a lo siguiente que quieras hacer y céntrate en eso”. Y la reacción fue inmediata: empecé a concentrarme en lo que estaba haciendo, me sentí mucho más relajado y pude tener la paz que me hacía falta antes. A los pocos minutos volvieron los pensamientos y me dije “ esto es como un pataleo de un niño que sigue queriendo estar enfadado” y puse de nuevo mi atención en lo que estaba haciendo. Y volvió la sensación de paz.
Lo mejor de esta manera de funcionar no era que mi enfado cesaba, sino que cuando me volvía a encontrar con la persona o el estímulo que me había provocado el enfado, me encontraba tranquilo. Era algo así como empezar de cero. Eso me hizo recordar lo que hablan todos los que escriben y practican el arte de estar en el presente: ”focaliza tu atención en lo que sucede en el ahora, y cada segundo empieza de cero con todo. Deja de aferrarte al pasado. Todo está cambiando cada instante, empieza de cero tu también cada instante con todo”.
Así que cuando te moleste algo por demasiado tiempo…
• Observa cómo estás pensando lo mismo una y otra vez. Con los enfados somos poco creativos.
• Dirige tu atención a lo que estés haciendo o a alguna actividad distinta y que te guste.
• Si vuelve el enfado o la molestia, vuelve a dirigir tu atención a la actividad que te gusta.
• Centrarse en tu respiración mientras haces cualquier actividad: es un recurso universal. Puedes probarlo ahora mismo mientras sigues leyendo.
• Date cuenta de cómo está afectando al resto de tu vida. ¿Vale la pena?
• Empieza de cero con la persona o estímulo que provoque tu enfado.
• Deja de dar poder a las situaciones de ponerte una cara tan fea :-p
• Sacúdete, salta, estírate, respira profundamente y vuelve a lo que quieras hacer.
Mientras conducía desde Asturias a casa de nuevo, pensé que sería genial utilizar la regla de oro del ahorro: “si gano 10, me gasto 7” aplicándola a los bosques en España: “si planto 10 árboles, solo gasto 7”. En unos años volvería a poder producirse lo que parece una leyenda: que una ardilla pueda volver a cruzar España de norte a sur sin necesidad de bajarse de un árbol.
Pasar de una España semidesértica a una España poblada de naturaleza. Me gusta la idea ☺
Mientras conducía pensaba también, que empezaría a poblar mi mente y mis estados de ánimo de aquello que quiero, que empezaría a plantar más y a cuidar esos bosques poniendo nuevos corta fuegos, para tener cientos de ardillas cruzando de parte a parte mi ser.
Pasar de unos estados de ánimo desérticos en mi día a día, a un día a día con estados de ánimo llenos de bosques. Me gusta la idea.