Ya le decía el conejo a Alicia en el país de las maravillas: “si no sabes lo que buscas, cualquier lugar te llevará allí”. Hoy en día vivimos en la sociedad de la comida rápida, de los ciclos cada vez más cortos para todo y, sobre todo, en la sociedad que corre mucho porque el de al lado (a veces la competencia) también lo hace. Pero… ¿para qué correr tanto?
A mi esta situación me recuerda a dos cosas: la primera es la típica imagen de un restaurante donde están todos plácidamente comiendo cuando una mujer ve un ratoncito y se pone a gritar como una loca. Claro, los de al lado se ponen a gritar también aunque no han visto lo que ocurre, pero por si acaso… Al final se monta la de Dios en el restaurante por un ratoncito. La segunda es sobre una broma que hacen en china al más puro estilo cámara oculta. Va un chino andando por una calle cuando de repente viene un montón de gente corriendo hacia a él como huyendo de algo. Claro, el chino se pone a correr aunque no ha visto por sus propios ojos qué está pasando (pedazo de susto que se suelen llevar).
En ninguna de las dos situaciones la mayoría de las personas saben porqué están alteradas, corriendo o asustadas.
Ante tanto movimiento y estímulo a nuestro alrededor, la tendencia es incorporarse a la inercia de actividad frenética. Tan sólo hay que ver la diferencia entre vivir en la ciudad en contraste con el típico fin de semana que vas a la montaña, la playa o alguna actividad tranquila donde ese mismo contexto es capaz de serenarte. Pensando a cerca de este contraste y cómo reaccionamos ante ello me acordé de la siguiente historia:
“Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera.
El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel.El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque.
El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar.
En un solo día cortó dieciocho árboles.
-Te felicito, le dijo el capataz. Sigue así. Animado por las palabras del capataz, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó bien temprano.A la mañana siguiente, se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de quince árboles.
-Debo estar cansado, pensó. Y decidió acostarse con la puesta de sol.
Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad.Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol.
Inquieto por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento.
El capataz le preguntó:
-¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez?.
-¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar. He estado demasiado ocupado talando árboles.”*Historia extraida del libro “Déjame que te cuente” de Jorge Bucay.
¿Sencilla la moraleja no? Me pregunto si de las historias anteriores alguien podría pararse un segundo a respirar profundamente, observar lo que ocurre y luego decidir lo que hacer. Me pregunto cómo puedo incorporar unos minutos al día para volver a la base y recargarme.
¿Pero para que cortar árboles?
La frase típica en el contexto laboral de “lo quiero para ayer” podría venir seguida de un “aunque no se demasiado bien para qué“. Lo importante parece ser que es moverse y moverse muy rápido o por lo menos, más rápido que antes, o más rápido que los demás.
No es suficiente (que no es poco) el tomarse unos momentos cada X tiempo para cargarse de energías y serenarse. Además hace falta una dirección, una intención para hacer algo. Si no sabemos a donde queremos llegar o para qué queremos llegar…¿cómo sabremos que hemos llegado? ¿cómo sabremos que es momento de parar? Sería como coger un taxi y decirle: “conduce”. El taxista preguntaría: “genial, ¿a donde?” o por lo menos…”¿hacia donde?” y en el peor de los casos podría decir el taxista “genial, yo conduzco de aquí para allá, pero dime por lo menos el límite de dinero para saber que ya no podemos continuar”.
Necesitamos alguna referencia para saber hacia a donde vamos
Si no lo sabemos, parecemos peonzas dando vueltas frenéticamente sin rumbo fijo.
¿Y si aprovechamos que estamos afilando el hacha, aprovechamos que estamos cargando energías para además, preguntarnos lo que queremos conseguir o hacia adonde queremos ir?
Creo que tan importante es detenerse para volver a cargarse de energías como importante es, detenerse para saber hacia donde vamos.
muevetumundo y párate de vez en cuando