Ayer al hablar con mi madre por la noche me vino el recuerdo de mi abuelo. Él tenía una capacidad de trabajar asombrosa aunque lo que destacaba por encima de todo en él, era cómo tenía de limpios sus campos de naranjos. Día tras día, los limpiaba de malas hierbas, oxigenaba la tierra removiéndola con sus propias manos (no había maquinaria como hoy en día) y hacía lo posible por abonarlo con los fertilizantes más naturales. Los resultados eran unas naranjas de un color vivo, que se podían oler a metros de distancia y con un sabor… mmmmm (salivando estoy como el perro de Pavlov) Esto hizo que me acordara de cómo funciona nuestro cerebro
Hace unos días, lleno de añoranza, decidía encontrarme con un viejo amigo: el famoso juego del tetris. ¿Te acuerdas? El encuentro fue apasionado: ¡¡enganche total!! Entre cerveza y cerveza nos contamos nuestras anécdotas, como nos va la vida, que nos hace seguir con ilusión y fue como si no nos hubiésemos separado nunca. Nos pasamos toda una tarde charlando. ¡Que momentos habíamos pasado juntos!
Por la noche, y ya en la cama, al cerrar los ojos tan solo veía figuras del juego encajando de miles de maneras y no pude dormir durante un buen rato.
No contento con ello, al levantarme me dije… ¡venga! Un encuentro más con mi viejo amigo! (esta vez sin cerveza) Después de un buen rato dale que te pego a las figuritas, me dije: venga chaval al currele, que si esperas que el gobierno saque a España de la crisis… nunca mejor dicho… ¡apaga y vámonos!
Ya por la calle, mi cabeza entraba en modo trabajo empezando a ponerlo todo en orden: ¡los edificios es lo que ponía en orden claro! Este encaja con este, le damos la vuelta y encaja con este otro, aquí le ponemos un coche yyyyyyyy siguiente nivel! Así me pasé todo el día ¡Jugando al tetris con cualquier cosa que veían mis ojos!
Que interesante me resultó el darme cuenta, vivenciar con tal intensidad esos momentos, para luego poder preguntarme: ¿con que estás alimentando tu mente hermano? Me acordé entonces de lo que nos decía un profesor: si en tu cabeza entra chino, aprendes chino, si en tu cabeza entra biología molecular, aprendes biología molecular… Definitivamente con que alimentas tu mente, con que alimentas tus sentidos determina tu foco de atención en el día a día así como lo que va a salir de ti, ya sean comportamientos o pensamientos.
Acordándome de lo que hacía mi abuelo con sus campos de naranjos me empecé a hacer preguntas:
- ¿Puedo estar más atento a cómo esos alimentos afectan a mi mente y mi estado de ánimo?
- ¿Cómo estoy después de una película de acción? ¿Y una de terror?
- ¿Cómo estoy después de leer un buen libro?
- ¿Con que estoy alimentando mi mente en el día a día?
- ¿Que abono le estoy poniendo a ese vasto campo que es la mente?
- ¿Estoy alimentándolo de manera equilibrada y sana?
- ¿O lo hago con hamburguesas, perritos calientes, platos pre-cocinados…?
- ¿Cuáles son mis últimos pensamientos del día?
- ¿Y los primeros?
- ¿Le estoy dando oxígeno para que se relaje para que pueda aprender o encontrar divertidas soluciones a los problemas?
Después de un buen rato de reflexión, empecé a imaginarme cómo sería tener una alimentación sana y equilibrada para mi mente, qué hábitos podía incorporar a mi día a día para que de mi pudieran salir cada vez, naranjas más sabrosas y apetitosas. Empecé a sentir en qué estado estaré cuando empiece a incorporar esos cambios. Ya antes de incorporar estos nuevos hábitos, ya empezaba a sentirme más equilibrado, con más paz y mayor congruencia.
Así que, ¿con qué alimentas tu mente? Como dicen, cada uno come con la cuchara que elige. ¿Cual es tu elección?
Ánimo!!